(Adaptado de: Interacción Personal y Relaciones Humanas, Teoría y Praxis, Pauchard-Hafemann, H.)
Dentro del complejo mundo del proceso cognitivo, encontramos que sus aspectos fundamentales son la capacidad de relacionar y las representaciones. Y ello especialmente debido a la preeminencia que tienen en la acción humana. En efecto, nada de lo que hacemos es independiente del proceso cognitivo, sea o no sea captado por la conciencia del individuo. Puesto que muchos de estos procesos se dan más allá de ella. En el proceso cognitivo se tiende a relacionar infinidad de elementos. Y así una experiencia actual, por ejemplo, nos recuerda una anterior que tiene un algo que nos permite establecer la relación. Enfrentados al mundo lo comprendemos en la medida en que los elementos informativos que captamos en el momento se relacionan con otros. El ejemplo más simple es el de reconocer, como sucede cuando vemos a una persona y sabemos quién es ella y lo que significa para nosotros. En efecto, nada tiene sentido para nosotros a no ser que lo asociemos a la información que hemos acumulado a través de nuestra experiencia vital. Y en cuanto a la vida social, toda nuestra acción deriva de las relaciones que establecemos entre lo que sucede en el momento y otros hechos ocurridos en el pasado, incluyendo la información proporcionada por otros. El proceso de relacionar o asociar decanta en las representaciones. Ellas son conjuntos integrados de elementos informativos ligados por asociaciones y que existen siempre en el proceso cognitivo como una unidad. Basta que uno de sus elementos se presente para que traiga junto a él todos aquellos a los cuales está integrado. Un ejemplo rutinario de lo anterior lo constatamos siempre que hablamos por teléfono, puesto que nos basta con oir la voz de la persona para tenerla a ella toda en nuestra presencia (aunque no está), pero hablamos con ella como si tal. Es decir, hablamos con la representación que tenemos en nuestro proceso cognitivo. Su consecuencia en todo orden de cosas es que accionamos de acuerdo a nuestras representaciones y no en base a los hechos efectivos que llegan a nuestros órganos de los sentidos. Las representaciones son fundamentales en la vida social. Porque nuestro accionar en ese medio se basa en ellas. En ese sentido Ralph Linton planteó que la cultura existía en la mente de las personas, lo que les permitía recrearla donde fueran como sucede con los inmigrantes. Tenemos asimismo representación de la relación con determinadas personas y, conforme se constata en el estudio de las interacciones binarias, accionamos de acuerdo a la representación que tenemos de ellas y no a lo que son en si mismas. Porque, de la misma relación cada uno de los participantes tiene una representación distinta que lleva a accionar de manera particular, la que a veces resulta muy distinta de la que otros esperan. Es así como toda nuestra actuación respecto al mundo externo, y naturalmente, frente al mundo social depende del bagaje de representaciones que hayamos desarrollado. Las representaciones se dividen en dos tipos básicos. Las representaciones variables tienen la capacidad de integrar elementos informativos distintos a su contexto. En cambio, las representaciones estables se constituyen en entes impermeables para todo tipo de información que se plantee en contradicción con lo que es ella misma. Los estereotipos son una variedad dentro de este último tipo. Es decir, las representaciones estables se plantean como el gran obstáculo para los cambios en las personas y en las sociedades. Como lo constataremos más adelante dificultan los cambios en los procesos de interacción social puesto que el individuo sigue captando sólo lo coincidente con su representación. Las representaciones abarcan todo aquello que podríamos llamar conocimiento del ser humano. Una variedad importante de representaciones la constituyen las situaciones. Son naturalmente complejas y corresponden a la relación que se establece entre el individuo y su entorno. En ellas se incluyen los elementos extrapersonales, que no corresponden al individuo mismo, pero que son elementos de su propiedad, además de los internos y externos. Las representaciones, a su vez, se relacionan entre sí y ello da la significación, que es lo que nos afecta, precisamente porque ella nos está "recordando" lo que nos resulta bueno o malo. Esto es debido a que nuestra aproximación al medio físico y social se basa en primer término en una clasificación de bueno y malo. Ello en las sociedades decanta en los valores que precisamente son una clasificación en bueno y malo con especial referencia a la actividad humana. En cualquier cultura los individuos que la integran están aprobando o rechazando todo lo que enfrenten a nivel social, sin olvidarnos de que se hace también a nivel físico y sobrenatural porque determinados hechos los relacionan con otros valorados como buenos o malos. Los estereotipos corresponden precisamente a éste fenómeno: aquellos individuos que son parecidos en determinadas características, son igualados a algunos de ellos que tienen características consideradas negativas. Es así como todo intento de modificación de las llamadas actitudes de las personas deben considerar estos hechos. Igualmente, el proceso cognitivo es determinante en las situaciones de maltrato, porque la convicción de no recursos frente a ellas da origen al síndrome de emergencia. Es decir, la evaluación de las situaciones está dada por la representación que se tenga de ellas y por la respectiva significación y como consecuencia el individuo reacciona en una u otra forma. Lo que se constata también en las relaciones interpersonales. Todo el problema de relaciones interpersonales y de relaciones humanas es fundamentalmente el como se representa al otro o a los otros, que implica igualmente el presumir las intenciones que tiene éste. Y las intenciones imaginadas tienen relación especialmente con el fenómeno que compartimos todos los seres humanos de suponer el mismo proceso cognitivo "mío" en los otros (los demás ven lo mismo que yo, sienten lo mismo que yo, etc.). Las situaciones son contextos de representaciones que tienen como significación característica el provocar efectos en el individuo. Es necesario, en consecuencia, el que precisemos algunos aspectos básicos del fenómeno situación. En especial, si consideramos que si el individuo ha sido afectado, lo ha sido fundamentalmente porque ello ha sido elaborado por su proceso cognitivo. Lo que está ligado íntimamente al desarrollo de representaciones o de su reactivación. Existe una diferencia entre lo que se entiende corrientemente por situación o situaciones objetivas respecto de las situaciones subjetivas (que nos ocupan en este momento). Las situaciones objetivas corresponden a conjuntos de hechos, elementos y también personas que son susceptibles de una observación objetiva o externa solamente. (situación política, situación económica, etc.). La situación subjetiva se refiere a un contexto de hechos, elementos y personas relacionados con un sujeto en particular, que es afectado, de alguna manera, por la relación específica que se establece entre todos los elementos y su propia persona. Solamente ella puede saber exactamente como es afectada e igualmente que elementos constituyen la situación, debido al simple hecho de que es una representación. Además que solamente él capta los elementos internos en su persona, sean ellos orgánicos o mentales. Por estas razones se agrupan los elementos de las situaciones subjetivas en tres tipos fundamentales: los elementos externos al sujeto, los elementos internos o elementos personales del sujeto y los elementos extrapersonales, que están a medio camino entre los dos primeros. 1) Situación externa o los elementos externos al sujeto: Todo aquello que es distinto del sujeto (entorno físico, entorno social y el entorno sobrenatural /espíritus, dioses, etc./). Naturalmente que las cosas, los fenómenos naturales, los animales son parte de este contexto externo. 2) Situación interna o personal, o los elementos internos del sujeto: Los distintos aspectos de la persona (el organismo con sus características específicas y condiciones del momento, el proceso cognitivo en toda su amplitud, las emociones y afectos, etc.). 3) Situación extrapersonal o los elementos externos al sujeto, pero ligados íntimamente a él: lo que no es la persona misma, pero que puede considerarse parte de ella, especialmente en un sentido social (todas sus pertenencias y haberes /la ropa, el automóvil, derechos en sociedades y grupos, etc./) . Debe tenerse presente que son estos tres tipos de elementos los que confluyen en la significación de la situación y nunca uno de ellos en forma independiente. Igualmente, que el efecto de la situación no pertenece a la situación misma porque se integra en la o las situaciones subsiguientes en que participe el afectado. Y finalmente, pero no menos importantes, está la identidad que establecemos entre los hechos que tienen un valor simbólico y los objetivos o concretos. Ellos requieren de una elaboración dentro del proceso cognitivo del sujeto y provocan efectos similares o idénticos a los hechos efectivos. |